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Hacia la garantía de los derechos sexuales y reproductivos en América Latina: Entrevista a Florencia Partenio

La Doctora en Ciencias Sociales de la UBA analiza el entrecruzamiento de clase, género y raza en un mercado laboral con profundas asimetrías según la condición de género. Sostiene que no es posible entender la precarización y pensar alternativas de la organización sindical y del movimiento de mujeres sin considerar los circuitos del trabajo y sus expresiones locales y regionales.

Por Silvana Zanelli y Myriam Mohaded (*). Publicada originalmente en: http://www.prensared.org.ar

“Hay pocos estudios de sindicalismo desde una mirada feminista. Hay una vocación pero falta trabajar la historia y avanzar con testimonios en el tema y en la vida sindical. Existen algunos estudios cuantitativos pero faltan cualitativos. Una mirada feminista no puede perder nunca de vista la economía”, afirma Florencia Partenio, Doctora en Ciencias Sociales de la UBA, y coordinadora de la carrera de Relaciones del Trabajo del Instituto de Ciencias Sociales y Administración de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ).

“Nuestra agenda política debe tener economías. Aunque la economía sea un escenario hostil para pensar los vínculos cotidianos, no es posible comprender la precarización si no entendemos los circuitos de trabajo. La Sociología del Trabajo por momentos es androcéntrica y ve a la clase -al movimiento obrero- como asexuada”, asegura la socióloga que trabaja las desigualdades desde la novedosa perspectiva de entrecruzar género, clase y raza en las relaciones laborales.

Partenio sostiene que no es posible entender la precarización y pensar alternativas de la organización sindical y del movimiento de mujeres sin considerar los circuitos del trabajo y sus expresiones locales y regionales, desde un enfoque que considera indispensable: el estudio de las divisiones de clase, los entrecruzamientos de sexo-género y las marcas de la cultura y el colonialismo.

Como socióloga, recuerda que se vinculó a los estudios laborales y de género por su formación académica y admite que en el ámbito académico hay poca incorporación en las currículas universitarias de materias que trabajen en una mirada de género, por ejemplo, en áreas de Salud, Ingeniería, Ciencias Sociales.

Su tesis doctoral, dirigida por la investigadora Dora Barrancos desarrolló el protagonismo de las mujeres en la recuperación de empresas y fábricas en Argentina, que tenía que ver con, por un lado, reconstruir la historia de la desindustrialización en nuestro país y, por otro, el protagonismo de las mujeres en esa acción.

“Era un tiempo en que la literatura académica de la producción universitaria de los estudios empíricos no reflejaba esto. En mi caso fui encontrando esa vacancia en la carrera y en este contexto la conozco a Dora Barrancos, una referencia en términos de investigación e historia de las mujeres. Comencé a integrar un grupo de investigaciones en el Centro de Estudios Laborales en el Conicet y a impulsar, con un grupo muy minoritario de compañeras, las relaciones de condiciones laborales y género. Entonces me empecé a especializar en el campo de la Sociología del Trabajo que por un momento es androcéntrico y ve a la clase -al movimiento obrero- como asexuada”.

En sus estudios Partenio visualiza como, a mediados de la década del ‘90, las protestas clásicas entran a perder su efectividad y se inician los piquetes, los paros por remates en los campos, las ollas populares en los cortes de rutas que justamente eran protagonizados por quienes habían sido excluidos por el modelo neoliberal. Así se empieza a escribir la historia de estas protestas y experiencias que tienen su ebullición en el 2001 y un creciente protagonismo en organizaciones, asambleas de trabajadores y trabajadoras desocupadas.

“A nivel académico, en esa reconstrucción no había una mirada que diera cuenta de que, por ejemplo, en Tartagal las mujeres eran las que estaban en los cortes de ruta con bajas temperaturas, acompañando, cocinando para jóvenes y maridos, o que en el Movimiento de Mujeres Rurales, eran las mujeres chacareras las que paraban los remates de los campos. El 75 por ciento eran mujeres y se miraba la protesta como ´los piqueteros´. Ellas están en los espacios sosteniéndolos, pero no aparecen reflejadas en las estructuras jerárquicas, en cargos o como voceras o ante las cámaras de los medios de comunicación. Entonces, ahí comencé a reconstruir ese escenario de la protesta social, a entender la protesta y conflictividad social, y comenzar a ponerle una fuerte mirada de género y a leer y conversar con otras mujeres que me antecedieron, estudiaron y pensaron eso”.

Las empresas recuperadas eran lo mismo. Hasta las obreras de Brukman eran ´los obreros´, cuando un 90 por ciento eran mujeres que sostenían una carpa en condiciones extremas frente a la fábrica, incluso afrontando situaciones de represión. Además, se cruza con otro tema y es que muchas fábricas venían de tradiciones sindicales metalúrgicas, textiles, alimenticias, que marcan un recorrido diferente de una organización. Como esposas de obreros textiles no aparecían en la recuperación oficial de la toma de una fábrica, del momento más épico si se quiere. Pero esas “esas mujeres de”, eran centrales en el protagonismo para recuperar una fábrica: llevaban sus hijos a la toma, realizaban colectas para hacer de comer, improvisaban guarderías, y con todas esas tareas de cuidado y reproducción se permitía que se siguiera la lucha. Sin embargo, en la historia épica u oficial, no aparecen. Invisivilizadas.

– En este contexto de retroceso de los derechos laborales en el mundo del trabajo, ¿cómo afecta a las mujeres?

– Hay una cuestión importante: qué responsabilidad tienen los Estados, en la nueva ola de reafirmación de reajustes de políticas estructurales que ya vivimos en la década del ‘90. En este contexto, el Estado se convierte en un gran articulador de los contratos y las concesiones que le hace a las nuevas corporaciones, como así también acompaña tales y cuales acuerdos comerciales. En ese sentido, es contradictorio y se instala un doble discurso cuando se ve a funcionarios acompañar a marchas de Ni Una Menos e ir por más privatizaciones o acortar inversiones que ahora se ven como gastos, como por ejemplo, el programa Empleo Joven o bien desconocen políticas integrales de violencia contra las mujeres a nivel Estado provincial, nacional y municipal, en un escenario donde se desarman equipos técnicos y se recorta presupuesto. Y en esto se nos escapa que en contextos de mayor riqueza, de no cuestionamiento de las políticas de concentración de la tierra (no podemos olvidar el ejemplo del empleo urbano y rural) qué pasa con las mujeres. En el nivel del empleo urbano, los trabajos más precarios, más informales y no registrados quedan en manos de las mujeres. Ese sostenimiento que hacen de las mujeres es algo central que tiene que ver con el sistema y no es algo mínimo en la economía de un país. Por ejemplo: el empleo doméstico tiene altos niveles de no registración, aún en un contexto de ley de trabajadoras de casas particulares, se encuentran serias dificultades para implementar esos convenios. Entonces, qué pasa con la patronal ahí: está esa batería de trabajo del sector servicio de cuidados de trabajo doméstico que siguen ocupando las mujeres y eso es altamente funcional a los servicios económicos del sistema. Y al mismo tiempo, el Estado es responsable allí.

Y, en el plano rural lo que sucede es que no venimos de un gran cuestionamiento al tema de la concentración de la tierra, y se volvió para atrás con todo lo que fue el Estatuto del Peón Rural que afecta a esta población, a las políticas de trabajo y en especial a las mujeres. Muchos son emprendimientos familiares que siguen no teniendo acceso a la tenencia de la tierra y el que recibe los beneficios es el trabajador varón, la mujer sigue en carácter de ayuda. Al mismo tiempo, los estudios en América latina indican que la mujer sigue sin ser propietaria de la tierra. Entonces, en este contexto de retrocesos laborales, sumado a que en América Latina se está en un avance de la derecha y de fragilidad de la democracia política, que también implica fragilidad de la democracia económica. Entonces, no cabe duda que las mujeres vamos a perder más en esta situación, en este contexto. De hecho, los últimos datos sobre concentración de ingresos y riqueza dan cuenta que 7 de cada 10 personas pobres son mujeres y además, el desempleo de las mujeres jóvenes sigue siendo mayor al de los varones. Los datos muestran lo cuantitativo y si a esto lo llevamos a las historias de vida, aparecen los aspectos más drásticos.

Mujeres activas en la economía

– En todos estos años de democracia en que hubo subsidios, planes, políticas para que la gente sobreviva, las mujeres también siguen sin ser registradas, no tienen trayectoria económica por más que en toda la tarea de crianza y de colaboración familiar sea una figura central, ella sigue sin figurar en las estadísticas…

– Acá hay dos cuestiones. En el 2008, hubo un estudio muy interesante de los últimos diez años, que salió del Ministerio de Trabajo de la Nación y lo realizó Marta Novick y su equipo, donde se mostraba cómo aún en un escenario donde había un mejoramiento de los índices macroeconómicos de la economía, el crecimiento del mercado interno y de aumento del empleo se registraba que las mujeres tenían serias dificultades para ascender en sus carreras profesionales o hacer cambios en ramas de las industrias que siguen altamente masculinizadas. Frente a eso hay que ver que aún en un escenario de crecimiento de la economía, el corazón más duro de romper ha sido el trabajo no registrado. Y digo trabajo no registrado y no trabajo en negro porque muchas veces nuestro lenguaje, cuando nos referimos a modos de nombrar y clasificar somos racistas, el modo de hablar del mercado del trabajo es racista: el trabajo en blanco es lo positivo, lo formal y el negro es lo negativo. Hay que tratar de desracializar.

– ¿Qué sucede con las políticas de cuidado?

– Un poco hay que aprender del pasado y es que las políticas destinadas a las mujeres y mujeres pobres, en particular, no deben estar desarticuladas de políticas de cuidado, donde, por ejemplo, ya sea por el cuidado de otros/otras por discapacidad, adultos mayores, niños/niñas. Las economistas feministas hablan de pensar el cuidado como un derecho y que éste debe estar en una organización social y no quedar en responsabilidad de los hogares. Por ejemplo, si nosotras pensamos en políticas de educación para que las jóvenes terminen la secundaria pero no le damos una política de cuidado, la joven que es madre adolescente va a estar pendiente en quien le cuida a su niño para ir a la escuela; igual si está haciendo una práctica laboral. No podemos pensar en un diseño de política o de educación que no contemple estos aspectos. Sería como unir la esfera productiva y reproductiva o lo que queda dentro del hogar.

– Vos planteás este entrecruzamiento de raza, clases, equidad de derechos, en el trabajo registrado y no registrado, ¿cómo se manifiesta ese entramado de miradas?

– Esa intersección se ve en el último paro Internacional de las Mujeres, donde a las asambleas concurrían cooperativistas de la economía popular que son compañeras que vienen no de trayectorias laborales estables y por sus propias condiciones y limitaciones en el escenario en el que trabajan impulsan emprendimientos productivos en los barrios y tienen toda una experiencia de organización territorial, pero, sin embargo, lo que ellas marcaban muy bien en esas asambleas, es dónde están esas mujeres representadas en el reclamo de los movimientos de mujeres. Es una advertencia decir en este contexto de retrocesos laborales, de quita de planes, subsidios de mantenimiento a las cooperativas que era una de las políticas que se venían impulsando, ¿qué pasa con una cooperativa que le cae el tarifazo? La mata en términos de de producción. Entonces, ellas instalaron un reclamo desde los sectores populares desde su condición, incluso algunas migrantes que vinieron a Argentina y armaron su familia acá e impulsan organizaciones territoriales.

– Estela Díaz, en la presentación de la Intersindical de Mujeres de Córdoba afirmó que el Paro Internacional de Mujeres permitió modificar ese plano de las mujeres, donde solo salíamos en términos de reclamo para ser y mirarnos como sujetos activos de la economía…

– Sí claro. El paro puso en el centro de atención la importancia del trabajo remunerado y doméstico de las mujeres, porque esas compañeras que salieron a decir nuestro trabajo vale, como cuidadoras, como empleadas domésticas, como trabajadoras de la economía popular o trabajadoras de base de los sindicatos que impulsan, cuando se muestra la carga de hora que semanalmente poseen es mucho más que la de los hombres, porque no es sólo la jornada laboral fuera de casa, sino que al llegar del trabajo cuidamos, lavamos, planchamos, cocinamos, revisamos las tareas, vemos si algún familiar está enfermo, todo ese trabajo no remunerado se visibilizó en el paro. Esa demanda recupera la historia de nuestro movimiento de mujeres, del movimiento feminista. Las feministas de izquierda decían a sus compañeros en ese momento “mire que ustedes hablan de la clase solamente, pero la clase tiene dos sexos”, aunque hoy hablaríamos de muchas más identidades sexuales. Les decían nosotras no sólo tenemos que ver el trabajo de la fábrica si no como se apropian de nuestro trabajo gratuito cotidiano.

– Y con respecto a calificación, remuneración y trabajo, ¿sigue Argentina con una fuerte inequidad?

– Yo creo que ahí necesitamos más estudios sobre segmentación laboral, horizontal y vertical. Hay algunas opciones que se están haciendo para analizar y ver indicadores en el sistema científico-tecnológico. ¿Qué pasa que somos muchas mujeres en la universidad, hay muchas becarias pero pocas llegan a las áreas de dirección, a ser titulares o a cargos estables? Las mujeres suelen ser las más precarizadas, las contratadas, las que no llegan a interina. La producción del conocimiento -se entiende que no sólo en el sistema formal- y la diversidad en estos últimos años de avance de políticas educativas y de vivir la educación como un derecho, ha crecido. Las mujeres estamos en todas las universidades. Ahora, miremos la postal de la última reunión de rectores: cuántas rectoras son,cuántas compañeras formadas, con trayectoria académica están dirigiendo carreras, facultades… muy pocas, y son una excepción. Entonces hay una segmentación vertical muy fuerte y en términos de segmentación horizontal, las mujeres en trabajos precarizados siguen amarradas a ese piso pegajoso porque la posibilidad de recalificarse es muy compleja, cuando todo es muy informal y corrés de un lado a otro.

Recuerdo una experiencia de una estudiante en Florencio Varela, empleada doméstica, con seis hijos, y que estudia con muchísimo esfuerzo, que me contaba la tensión que tenía para cursar una materia, mientras que corría de casa en casa. Esa ingeniería cotidiana no figura en ningún lado, pero ésas son tensiones que vivimos las mujeres: una doble o triple jornada laboral, y además, formarnos cuando tenemos cinco trabajos y mal pagos… Ahora, ¿en dónde se refleja esto? En las brechas salariales donde las mujeres tenemos una diferencia de 27 ó 30 por ciento para abajo. Por eso, nuestra consigna debe ser a igual trabajo igual salario y garantizar condiciones que permitan que las brechas se acorten. Trabajar el tema de la segmentación y la educación es fundamental. Las mujeres llegan a los espacios educativos, son muy aplicadas, trabajan, combinan sus obligaciones, pero hay que registrar que eso después no se refleja en las estructuras de mando de los espacios de producción del conocimiento.-

– ¿Conocés experiencias en el ámbito sindical de avances de derechos de las mujeres?

– En materia de sindicatos hablaría de algunas experiencias interesantes, pero están en proceso de construcción: una de ellas es el planteo de las compañeras ferroviarias en Buenos Aires que salieron a discutirle al Secretario General y sus compañeros que quieren ser maquinistas de tren. Ahí la naturalización de los roles bajó con todas sus fuerzas: los compañeros decían: “piensen en cómo va a ser una jefa maquinista, si es que llegara a haber un siniestro del tren se van a conmocionar y no van a poder reaccionar”, como si fuera que a los varones no le va a pasar lo mismo. Incluso a una de ellas le hicieron un examen muy riguroso. Los argumentos de emocionalidad, por un lado, y racionalidad, por el otro, son increíbles, como el razonamiento de que si nunca hubo maquinistas porqué va a haber ahora. Había incluso argumentos de que en el convenio decía “el” maquinista y no “la”, cuando si se trata de cuestiones de lenguaje inclusivo, lo cambiamos y listo. Se presentan las dicotomías de siempre, de poner a las mujeres en el rol de conmocionalidad y apartarla de un lugar de racionalidad. Ellas ahora han armado una Casa de Encuentro de las Mujeres Ferroviarias, dan talleres de violencia y hacen una pelea fuerte dentro de un sindicato muy masculinizado.

Otras de la experiencias es en los espacios estatales, en ATE, por ejemplo, que están muy organizadas con esta línea de cuestionar la productividad, que es un tema que vuelve a instalar el sistema neoliberal. Los trabajadores estatales cuestionan porque hay artículos que quieren instalar que si alguien falta por licencia por maternidad perdés otros ítems. Si es así, todas las mujeres prácticamente los perderían. No hay que perder de vista que nosotras necesitamos encontrarnos, formarnos, tener tiempo para leer, son momentos que la vorágine cotidiana no nos permite hacerlo, pero hay que lograrlo. También una experiencia interesante es la que agrupa a diversos sindicatos y es la Mesa de Mujeres Sindicalistas del Cono Sur, que está en una zona industrial que atravesó el proceso de desindustrialización. Las mismas mujeres se organizaron desde las bases para juntarse. En una misma mesa se sientan trabajadoras municipales, metalúrgicas del sindicato de custodios, del sector salud, docente, no docente. Muchas veces los compañeros le dicen “qué están tramando ustedes” y ellas responden: “¿ustedes tienen miedo de que vayamos a tomar el poder? Bueno, nosotras vamos tomar el poder”.

– El planteo de las políticas económicas internacionales nos afectan. ¿Qué es lo que se viene con el G 20 y los procesos de globalización?

– Es una cuestión muy densa que se nos viene y se nos escapa de la realidad cotidiana y que en los medios no se habla. La agenda que está construyendo el gobierno nacional, “Paquete de Buenos Aires” va a ser en una reunión donde vendrán todos los ministros de economía y finanzas de la Organización Mundial del Comercio, que se llevará a cabo entre el 10 y el 13 de diciembre en Buenos Aires, donde Argentina es anfitrión y propondrá una agenda y forma de reforzar la liberalización del comercio. Hay una estrategia de marketing interesante que se articulan y tiene que ver con el comercio electrónico, comprar y vender productos en Internet y conectarse con el mundo. Pero, por otro lado, se esconde una liberalización del comercio electrónico, control de los datos o mediciones por ejemplo, de condiciones ambientales, datos científicos, de salud o de patentamientos o las cuestiones de producción y control de alimentos, que influyen sobre los precios. Según la performance que tenga Argentina, se verá su candidatura para que presida el G20 en el 2018. Lo que sucede es que el movimiento obrero tiene tantos frentes que se pierden de vista estos que claramente nos afecta.

(*) Entrevista realizada en el marco del curso “Desigualdades y asimetrías en el mundo del trabajo”, organizado por la Asociación de Docentes e Investigadores Universitarios de Córdoba (Adiuc).

(*) Periodistas.