Este artículo es producto de una colaboración entre María Atienza de REAS Red de Redes y Flora Partenio, DAWN. Fue publicado inicialmente en Pikara Magazine el 03 de marzo de 2021.
¿Por qué en este 8M se hará sentir con fuerza la salida feminista a la crisis del Covid? ¿Que aportan las economías solidarias y feministas en la construcción de esa salida
A un año del 8M ¿qué lectura hacemos de la pandemia?
¿Qué significa colocar la vida, la solidaridad y el cuidado en el centro del debate? ¿porque insistimos en hacer este diagnóstico?
A pocos días de las movilizaciones y acciones del 8 de marzo de 2020, se declararon medidas de confinamiento y aislamiento en distintos países y regiones frente a la pandemia global del Covid-19. Muchas de nosotras nos llegamos a abrazar en las calles con otres, y nos lanzamos a la huelga internacional desde la convocatoria por “un #8M que aglutina, moviliza y propone”. En ese entonces, dábamos los primeros pasos como Confluencia Feminista de Economías Transformadoras[1], haciendo ejercicios de reflexión colectiva y fortaleciendo el internacionalismo que nos permitía converger desde el norte y el sur global. Nuestra convocatoria se asentó en la apuesta por las experiencias y alternativas basadas en economías feministas, como contribución fundamental para navegar entre las incertidumbres. En ese entonces dijimos “no tenemos respuestas únicas ni exactas, solo el deseo de transformarlo todo y hacerlo juntes”.
Los puntos que dieron forma a nuestra convocatoria ponían en evidencia el avance del ajuste y la precarización; del poder corporativo y la restauración conservadora; de las violencias, femicidios y trans femicidios; del racismo, la xenofobia; del ecocidio y del extractivismo. Sin embargo, insistimos como voz colectiva, en la necesidad de “poner la vida, la solidaridad y el cuidado en el centro del debate” porque eso también es “construir alternativas para un mundo en crisis”.
A los pocos días de esta huelga y movilización, nuestras formas de activismo y militancias se transformaron y creamos nuevos espacios donde encontrarnos a través de redes sociales, aplicaciones y plataformas virtuales. En este largo año, que separa un 8M del otro, quisiéramos hacer una parada para recoger algunas puntadas de los senderos que pudimos construir juntes. La primera de ella se relaciona con el diagnóstico colectivo que desde los feminismos y desde la confluencia hicimos de la pandemia. La segunda puntada recupera la trama de estrategias que pusimos en común en todos estos meses, entre ellas la posibilidad de darnos espacios de formacion, reflexión y practica solidaria y feminista, poniendo en disputa la “nueva normalidad”. La tercera enlaza el tejido de alianzas que nos ha permitido construir una agenda, no sólo para el 8M sino para abrir un nuevo proceso y hoja de ruta.
Si nuestro anterior lema fue por un “Un 8M que aglutina, moviliza y propone”, frente a la crisis (sanitaria, ecológica y de cuidados) que puso en escena el COVID19, ensayamos más respuestas colectivas desde la economía social, solidaria y feminista ya que las salidas requieren que pensemos otras formas de ser, de hacer, de relacionarnos.
Esta pandemia puso en evidencia una crisis que ya estaba, como dijeron nuestras compañeras defensoras mesoamericanas; en la ‘vida de antes’ ya denunciamos la matriz de sobrecarga de trabajo -remunerado y no remunerado- sobre las mujeres y de la violencia machista que caracterizan este sistema y que se vio acentuada en la pandemia.
Los feminismos en las experiencias locales frente a las economías pandémicas
Durante el último año hemos podido recrear un entramado de estrategias feministas en espacios locales frente a la crisis multidimensional que se vio profundizada por la pandemia. La Confluencia Feminista fue un espacio donde pusimos en común estas experiencias. No sólo nos sostuvimos desde las redes de afecto y solidaridad -a través de llamadas virtuales y reuniones en donde se armaban rondas para compartir cómo estaba cada una-, también aprendimos de esas mismas experiencias que cada compañera compartía desde su territorio.
Desde las herramientas de conectividad que cada una tenía, con diferencias horarias y distintas lenguas, pudimos tejer ese entramado de reflexiones y construcción de saberes. En ese ciclo de diálogos, “nos pensamos” desde los feminismos como indivisibles de la praxis porque son, ante todo, la posibilidad de que juntes pensemos en común cuál es el mundo que queremos co-construir.
Entre esos innumerables intercambios, queremos recuperar la potencia de los feminismos en las experiencias locales, como parte de las “alternativas para un mundo en crisis”. En medio de las restricciones de movilidad y circulación entre barrios y ciudades, nuevas iniciativas tomaron forma “en vínculo directo con la atención a las necesidades más apremiantes de alimentación y salud”. Parte de estas experiencias fueron recuperadas en la declaración Una economía feminista para un mundo en transformación donde advertíamos que han sido esas redes sostenidas por compañeras las que “han activado formas alternativas de expresión, contacto y acción solidaria”, que apoyan tanto la elaboración comunitaria de alimentos, la compra y distribución de producción agroecológica de campesinas, la provisión de medicinas naturales, la compra de jabón y mascarillas, y su distribución hacia sectores muy expuestos a la pandemia. Las redes de comercio justo, y las experiencias de Mercados Sociales en el Estado Español dialogaban con Mercados Territoriales en Argentina. Las problemática del acceso al hábitat y el sostenimiento de mujeres y personas LGBT+ en situación de calle, entraba en diálogo con las cooperativas de vivienda. Los ecofeminismos del norte, dialogaron con las prácticas de cuidado de la tierra y reciclado en Colombia y en Bolivia. Las “nuevas re-conexiones” que se abrían paso en lo local, mostraron el diálogo entre la economía feminista y la economía familiar campesina. Tal como lo dijo nuestra compañera Alejandra Santillana Ortíz desde Ecuador, estas estrategias feministas se han sostenido “frente al desmonte de lo público” y en un escenario de “economías pandémicas”.
Durante estos meses también construimos espacios de formacion, reflexión y practica solidaria y feminista, poniendo en disputa los sentidos en torno a la “nueva normalidad”. Algunos tomaron el formato de diálogos en línea, otros se enmarcaron en jornadas y talleres de escuelas feministas. La Confluencia sostuvo la edición de materiales, kit de lecturas, podcast, etc. que permitiera la circulación de producciones feministas en distintas latitudes e idiomas. También se animó a la escritura colectiva, sin reafirmar personalismos, compaginando sentires e interpelando posiciones políticas, evitando traducciones reduccionistas de los umbrales de esperanza y desesperanza de lo que cada una vivía en plena pandemia.
Una agenda feminista, solidaria y global: Por una Economía para la vida y no a expensas de la vida
Queremos recuperar algunos de los elementos centrales que nos van a permitir trazar las líneas de un nuevo mapa feminista y solidario desde el sur y norte globales, para pensar en la reconstrucción que queremos desde nuevas alternativas que ponen en disputa esta nueva normalidad:
- Seguir articulando las fuerzas del feminismo desde una perspectiva de transformación, construyendo espacios, foros y encuentros internacionales con otros movimientos, que promuevanel desarrollo de un programa de economía solidaria, social, feminista y ecológica.
- Pensar en otra educación para nuestras relaciones, que se alimente de los saberes populares como una estrategia metodológica para cuestionar las relaciones de poder a partir de nuestras historias, deseos y vivencias.
- La construcción y fortalecimiento de la salud pública y de los sistemas de protección universal frente a la mercantilización de sistemas sanitarios.
- Promover una reorganización social de las tareas de cuidados, de manera que se asegure el derecho de todas las personas a recibirlos y articular las luchas por los derechos de las trabajadoras remuneradas de los hogares y las trabajadoras del cuidado. En ellas, la articulación con la lucha de compañeras migrantes y refugiadas es clave.
- Construir otras formas de ordenación de los territorios urbanos y no urbanos y promover fórmulas de vivienda basadas en la colaboración y la sostenibilidad ambiental.
- La desmercantilización alimentaria como clave en la lucha cotidiana eco-feminista que apueste por la defensa de la vida desde la soberanía, la interdependencia solidaria y la sostenibilidad.
- La despatriarcalización de las relaciones de poder, tanto en el espacio/ámbito público como dentro de nuestras redes, organizaciones y cooperativas.
- Romper con el binomio productivo/reproductivo e incorporar y visibilizar la esfera reproductiva en los discursos y las prácticas económicas.
- La necesidad de fortalecer la formación de mujeres y colectivos de las disidencias sexuales en los escenarios públicos, ante las diversas violencias políticas que se están visualizando en cada uno de nuestros entornos locales.
- La promoción de una soberanía digital y la lucha contra la brecha digital de género.
Esta agenda por tanto, debe incluir la defensa de los derechos de las mujeres y personas LGBTI+ pero en articulación con las luchas para proteger los territorios, el medio ambiente, la soberanía alimentaria, en contra del extractivismo (de recursos, de tierra y de datos), y en diálogo con otros movimientos y economías transformadoras del mundo como la economía solidaria y la feminista.
Construyamos un marzo feminista y solidario, para transformar lo que queda del año
[1] Las más de 80 organizaciones y redes feministas que integran esta confluencia, pertenecen a distintos países, y pueden leerse en detalle en las declaraciones conjuntas citadas a lo largo del artículo.