fbpx

Desafíos del orden global: multilateralismo y derechos humanos

Al acercarnos al décimo aniversario de la crisis financiera mundial de 2008, parece contradictorio que en lugar de poner frenos al  neoliberalismo, la respuesta general de la élite mundial haya sido duplicar, intensificar e incluso expandir las políticas catastróficas de desregulación, privatización, liberalización y financiarización.

Lo que vemos hoy es una aceleración de la apropiación de la economía global por parte del poder corporativo neoliberal, con una oposición cada vez más virulenta hacia las fuerzas sociales y políticas que se atreven a presentar alternativas. La gama de estas fuerzas va desde las que tímidamente sugieren poner freno al proyecto neoliberal, aunque solo sea para salvar al capitalismo de sí mismo, hasta las que hacen llamados más estridentes para revertir o desmantelar el neoliberalismo como un modelo económico global. En cualquier caso, está claro que la élite gobernante mundial no pretende permitir que nada ni nadie se interponga en lo que ahora es una exitosa empresa global de extracción, acumulación y enriquecimiento masivo.

El neoliberalismo ha planteado con éxito la ideología del mercado libre y la supremacía de lo privado sobre lo público a través de acuerdos bilaterales y multilaterales de comercio e inversión, a través de las crisis de deuda (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, FMI), a través de la propaganda y a través de la captura corporativa del Estado de una forma u otra. Tanto en el Norte como en el Sur, puede que nunca haya habido un momento en que la clase política y la élite corporativa estuvieran tan unidas y entremezcladas.El mantra de una “apertura a los negocios” y “amigable a la inversión” por parte de la clase política, es un indicador de que los gobiernos han capitulado por completo a los dictados del capital. En este sentido, el papel de instituciones como el G20, el FMI y el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC) continuará teniendo una influencia cada vez mayor en la formulación de políticas nacionales, a pesar del fracaso evidente de su administración económica en las últimas décadas.

El neoliberalismo ha logrado hacerse pasar por un proyecto de sentido común, técnico, apolítico, no ideológico y, más importante aún, sin nombre; pero con el aumento de la desigualdad y las crisis esto ya no es posible y el juego ha terminado. Con las crecientes protestas sociales contra la injusticia económica en todo el mundo, incluso desde las corrientes dominantes, los arquitectos del neoliberalismo han abandonado cualquier pretensión de lealtad a una democracia genuina que pueda llevar al poder a políticos/as que ofrecen alternativas, incluso en las formas más limitadas. El objetivo ahora es limitar la democracia y la creciente movilización popular, si es necesario a través de regímenes derechistas autoritarios, para seguir avanzando con políticas que eliminen todos los obstáculos al capital y que rediseñen efectivamente un orden mundial completamente subordinado al mercado. Esto incluye derribar todo el progreso social alcanzado en el siglo pasado con el objetivo de crear un mundo de responsabilidad compartida y solidaridad internacional, particularmente a través de un sistema de normas internacionales vinculantes que se gestionan a través de una vasta red de agencias.

MULTILATERALISMO Y NEOLIBERALISMO

Con todos sus problemas, el sistema multilateral encarnado por las Naciones Unidas ha sido una estructura invaluable para crear marcos universales de derechos humanos, justicia social y económica, igualdad, equidad y autodeterminación. Bajo su modelo de gobernanza global, el multilateralismo pone directamente la responsabilidad de proteger y garantizar los derechos en el Estado, a través de tratados vinculantes frente a los cuales los gobiernos acceden a rendir cuentas. A lo largo de sus décadas de existencia, el sistema multilateral ha sido el vehículo para asegurar y expandir derechos cívicos, políticos, sociales, económicos y culturales, desde el derrumbe del apartheid hasta el establecimiento de estándares laborales o de la igualdad de género. Este trabajo de  expandir constantemente los derechos y libertades a quienes anteriormente se les negaba continúa. Sin embargo, el sistema multilateral se enfrenta a una dura competencia en su función de gobernanza y desarrollo por parte de instituciones paralelas más antiguas, como las instituciones de Bretton Woods, pero también por parte de esquemas más recientes como el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) y el G20. La preocupación de estas organizaciones no es en absoluto la defensa de los derechos humanos, sino colocar el capital en el centro de la gobernanza y el desarrollo; son cada vez más poderosas e influyentes y han sido hábiles para ponerse a la vanguardia de la resolución de desafíos globales, asumiendo mandatos sobre una creciente cantidad de temas (medioambiente, seguridad, género, trabajo, salud o educación) alejados de su supuestamente principal mandato económico.

A diferencia del sistema de las Naciones Unidas, que representa a todos los gobiernos del mundo, el FMI, el Banco Mundial y la OMC no operan dentro del marco de los derechos jurídicamente vinculantes de la ONU, se rigen por un conjunto diferente de imperativos y, lo más importante, no tienen la misma legitimidad política global. Sin embargo, actualmente son estas instituciones las que disfrutan de posiciones de influencia injustificadas y liderazgo mundial, que emplean para proteger la globalización neoliberal en lugar de poner controles al poder corporativo. Un ejemplo del WEF, destacado por la iniciativa de la Sociedad Civil sobre la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, es su informe sobre el “Rediseño Global” del Futuro de la Gobernanza Mundial, que “postula que un mundo globalizado es mejor administrado por una coalición de corporaciones multinacionales, gobiernos (incluyendo a través del Sistema de la ONU) y selectas organizaciones de la sociedad civil (OSC). Sostiene que los gobiernos ya no son los actores predominantes en el escenario mundial y que “ha llegado el momento de un nuevo paradigma de actores sobre la gobernanza internacional”. La visión del Foro Económico Mundial (FEM) incluye una “ONU pública y privada en la que ciertos organismos especializados operan bajo sistemas conjuntos de gobierno estatal y no estatal…“1 .

Photo: Randy Colas / Unplash.

El dicho es: “no sabes lo que tienes hasta que no lo pierdes”. Ya no podemos tener la certeza que alguna vez tuvimos de que los derechos establecidos en el sistema multilateral (es decir, el derecho internacional) son irreversibles. Es asombroso ver cómo el proyecto neoliberal ha tenido éxito en reemplazar las prioridades de los derechos humanos y el desarrollo por preocupaciones limitadas al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), la competitividad, etc., llegando incluso a cambiar el lenguaje de las políticas públicas y el desarrollo para adaptarlo al paradigma del mercado. La agenda de los derechos humanos ahora enfrenta una crisis existencial, a la vez que el neoliberalismo modifica los valores de la igualdad, la tolerancia, la no discriminación o la justicia hacia la apertura comercial, la confianza en el mercado de valores o el valor para los accionistas.

ENMARCANDO Y REFORMULANDO NUESTRAS LUCHAS EN EL CONTEXTO DEL NEOLIBERALISMO

En el contexto global actual, es imposible para las feministas enmarcar las luchas por los derechos de las mujeres fuera del marco de la economía política neoliberal global. El neoliberalismo, aun cuando pretende promover el empoderamiento de las mujeres, está fuertemente sustentado en la explotación del trabajo de las mujeres, tanto remunerado como no remunerado, ya que la destrucción generalizada de la provisión pública de servicios esenciales se basa en el trabajo no remunerado y/o mal pagado de las mujeres para evitar un completo descalabro social. El debilitamiento de las instituciones y los marcos nacionales e internacionales de los que dependen las mujeres para proteger y hacer efectivos sus derechos pone aún más en riesgo esos derechos, al igual que lo hace la creciente dependencia en métodos de gobierno visiblemente autoritarios, que van siempre acompañados de una concurrencia de fuerzas xenófobas, misóginas, racistasy extremistas. Las feministas del sur tienen un agudo entendimiento de cómo los proyectos del capitalismo, el colonialismo y el imperialismo se basaron fundamentalmente en la construcción de divisiones y jerarquías basadas en la raza, la clase, la etnia de casta y, fundamentalmente, el género. La interseccionalidad se trata precisamente de trabajar simultáneamente en estos sistemas de opresión interconectados, en lugar de tratarlos como luchas separadas que reflejan en sí mismas y en la forma en que las abordamos las jerarquías desplegadas por el imperialismo. También tenemos que entender, a partir de lo que está ocurriendo hoy, que, como los derechos humanos o la democracia, la descolonización no fue el evento irreversible que pensamos que era. Es muy fácil dejarse absorber por la retórica de las élites corporativas supuestamente progresistas y sus instituciones sobre el empoderamiento de las mujeres, el desarrollo de la juventud o incluso sobre el cambio climático y la desigualdad. Estas son meras tácticas para desviar y distraer mientras la agenda central del ajuste estructural globalizado avanza sin control.

Nancy Kachingwe, de Harare, es trabajadora independiente que se especializa en derechos de las mujeres, políticas públicas y estrategias de activismo. Ha trabajado en varias ONG internacionales y regionales en Bruselas, Harare, Accra y Johannesburgo sobre una amplia gama de temas sobre el desarrollo, incluidos el comercio y la globalización, la integración regional, los derechos a la tierra, el empoderamiento de las mujeres y el cambio climático.

El mundo continúa su camino hacia la violencia, la precariedad, la inseguridad, el autoritarismo y el militarismo provocados por crisis tras crisis, perfectamente evitables. Esto significa que tenemos que trabajar juntas y juntos, identificar claramente y apuntar a los poderes que nos están conduciendo hacia esta destrucción y continuar impulsando alternativas que construyan sobre el progreso del pasado, antes de que todo se pierda. Sobre todo, tenemos que tener claridad al nombrar el tipo de orden mundial al que nos enfrentamos: nuevas formas de imperialismo, colonización y dominación que pensamos que pertenecían a una era pasada, pero ahora están de vuelta con venganza.

NOTAS

1 Al respecto ver: Spotlight. Enfoques sobre Desarrollo Sostenible 2017. Informe del Grupo de Reflexión de la Sociedad Civil sobre la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible: https://www.2030spotlight.org/en

Este artículo está publicado en el DAWN Informa Junio 2018.  

See the English version here.